Baloncesto
Harden: ni ayer, ni hoy ni nunca

En el día en el que había que avanzar o quedarse en el camino, un séptimo que ponía en juego la temporada de Los Angeles Clippers, James Harden acabó con 7 puntos y 13 asistencias (diez de ellas, además, en la primera parte). No empezó mal, al menos como distribuidor y si nos ahorramos la exigencia que se debería aplicar a uno de los mejores jugadores de su generación; Pero, poco a poco, su partido se convirtió en un chicle demasiado masticado. Bote tras bote en estático, reacciones lentas que embarraban cualquier ventaja que pudiera sacar su equipo en las coreografías ofensivas y una pasividad perniciosa, letárgica para él y para unos compañeros que están enseñados, y acostumbrados, a moverse a su ritmo. Lo peor, de hecho, es que lo hicieron… y apenas se movieron.
El escolta volvió a decepcionar en el momento decisivo. Otro mal séptimo partido y otro borrón para cerrar una temporada que había sido brillante.
En el día en el que había que avanzar o quedarse en el camino, un séptimo que ponía en juego la temporada de Los Angeles Clippers, James Harden acabó con 7 puntos y 13 asistencias (diez de ellas, además, en la primera parte). No empezó mal, al menos como distribuidor y si nos ahorramos la exigencia que se debería aplicar a uno de los mejores jugadores de su generación; Pero, poco a poco, su partido se convirtió en un chicle demasiado masticado. Bote tras bote en estático, reacciones lentas que embarraban cualquier ventaja que pudiera sacar su equipo en las coreografías ofensivas y una pasividad perniciosa, letárgica para él y para unos compañeros que están enseñados, y acostumbrados, a moverse a su ritmo. Lo peor, de hecho, es que lo hicieron… y apenas se movieron.
Siete puntos en ocho tiros es un dato imposible de suavizar o contextualizar: es un desastre. Por mucho que Kawhi Leonard, que en este caso se ha ido más de rositas, ayudara muy poco (su peor +/- con los Clippers: -33 en 33 minutos) y que el partido se jugara casi sin descanso (menos de 48 horas), en la altura de la Mile High, después de un sexto en el que Harden, porque Tyronn Lue no quería experimentos, se había tirado en pista casi 47 minutos. En una larga historia de noches de playoffs en las que se queda sin piernas, esta era una noche en la que era lógico que se quedara sin piernas. Tan castigado y, camino de los 36 años, en un séptimo partido de su decimosexta temporada en la NBA.
Los datos de Harden en las noches grandes, las decisivas, están lejísimos de los que deberían definir a un jugador de su talento y su jerarquía, un MVP que ha sido once veces all star, siete All NBA y tres Máximo Anotador de la liga. En los últimos trece partidos que su equipo ha jugado con riesgo de ser eliminado en caso de derrota, su porcentaje de tiro se ha quedado en un 39% y su equipo ha perdido once. En los cinco últimos promedia solo 14,2 puntos con un 38% en tiros. Así que lo normal ha acabado siendo que, en esos días, no se pueda contar con él. Porque se agota (el peso de un sistema basado en su protagonismo absoluto desde sus años en Houston, la edad, cuánto cuida o descuida su físico…), porque la presión hace trizas su producción… por lo que sea.
Harden no ha llegado a 20 puntos en 12 de sus 26 partidos a cara o cruz, de eliminación. Casi la mitad. Desde 2020, no había ganado ninguno hasta el sexto de la serie contra los Nuggets. Y si hablamos solo de séptimos, eliminatorias con 3-3, lleva cuatro consecutivos sin llegar a un 30% de porcentaje. El récord de la NBA, compartido ahora con Dan Majerle, Greg Kite y Hor Rod Hundley. Solo a él le ha pasado en este siglo. Harden tiene ya más series de playoffs perdidas que ganadas (15-16), un dato que (con tantas jugadas) solo empeoran Clifford Robinson (14-17) y John Stockton (17-19). Y en los últimos cinco partidos de eliminación sus topes son 22 puntos (en 2021, y necesitó un 2/12 en triples) y cinco canastas anotadas. Entre los cinco apiló un 7/34 desde la línea de tres.
Más: apila 55 partidos de playoffs anotando cuatro canastas o menos. De un total de 173: un 32% que está muy por encima del dato de cualquier histórico, desde luego, pero también del de coetáneos también criticados por sus desastres en las eliminatorias. A Russell Westbrook, por ejemplo, solo le ha pasado en el 17% de sus partidos (22 de 128). Entre LeBron James, Kevin Durant y Stephen Curry totalizan (los tres) diez. Si se aíslan séptimos, tienen el peor porcentaje de tiro de entre todos los jugadores que han lanzado al menos 100 veces desde que se unieron (la era moderna de la competición) NBA y ABA en 1976: un triste 35%. En ellos promedia 19,2 puntos con, además de ese 35% en tiros totales, un 23,2% en triples. En los que ha jugado desde 2020, ya en la treintena, 13,8 puntos con un 27,5% (en ninguno ha llegado al 30%) y un 16,5%. Y lleva cuatro seguidos sin llegar al 30% siquiera, otro récord negativo en la historia de la NBA. Tampoco es, claro, un jugador cuya leyenda se base en la fidelidad: es el cuarto de la historia que ha jugado al menos un séptimo partido con cinco franquicias distintas (Thunder, Rockets, Nets, Sixers y Clippers). Ninguno de los otros tres (George Hill, Joe Johnson, Sam Cassell) tuvieron su rango y su condición perenne de jugador franquicia.
Así que es obvio que hay un patrón; Y que tiene que ver con una regresión que ya se ha convertido en norma: inicios entre muy buenos y excelentes, algún partido heroico salpicando la franja central de las series y, de ahí, al precipicio. Hundimientos dramáticos, totales, los más sonados con Rockets y Sixers y sin dar siquiera sensación de tener dentro cualquier tipo de resistencia, física o mental, ante el naufragio. K.O. Y esto, fueran cuales fueran las perspectivas de los Clippers para estos playoffs, estuvieran donde estuvieran en los power rankings de mitad de abril. Fue otro naufragio. Lawrence Frank, el mandamás del equipo en los despachos, lo explicó así: “Lo que pasó en el séptimo partido fue verdaderamente vergonzoso para nosotros. Impropio… estamos muy decepcionados con cómo acabó todo, enfadados por haber perdido la serie. Los jugadores están abochornados por ese séptimo partido”.
No se trata de hacer sangre ni de quitar méritos a lo que Harden sigue haciendo en una carrera obviamente fenomenal. Pero sin la gran guinda. En la que sus asuntos extradeportivos, sus sainetes para elegir destino y los secretos a voces sobre su vida nocturna han maridado con esas primaveras en las que sus sueños de ser campeón han sido sistemáticamente pulverizados. Porque, con todo, esta temporada ha vuelto a demostrar (35 años) que sigue siendo un diapasón a la hora de hacer jugar y competir a sus equipos. Al menos en fase regular: all star con 22,8 puntos, 5,8 rebotes y 8,7 asistencias de media. Sostén y motor de un equipo que parecía en retirada (el adiós de Paul George, el lento regreso de Kawhi…) pero que acabó siendo, otra vez, muy competitivo. Aunque finalmente limitado: solo tres series de playoffs ganadas en la última década.
De Thunder a Rockets, Sixers, Clippers…
Un poco de arqueología básica regresa hasta la única Final de la NBA que ha jugado Harden, en 2012 con los Thunder, como Mejor Sexto Hombre y a punto de irse a Houston Rockets para levantar su imperio sobre los cimientos de las matemáticas de Daryl Morey. En aquella serie por el anillo se quedó en un 37,5% en tiros y no llegó a diez puntos en tres de los cinco partidos. En los Rockets, donde más cerca estuvo de reinar, los desastres más gruesos arrancan en 2017, cuando recibió un tapón icónico de Manu Ginóbili en el quinto partido y desapareció en el sexto, en su pista y contra unos Spurs sin Kawhi Leonard, lesionado (10 puntos, 18% en tiros, 6 pérdidas, 6 faltas y derrota por 39 puntos); En 2018 se escapó el 3-2 contra los Warriors de Stephen Curry y Kevin Durant (nueve pérdidas de Harden en el sexto partido, 27 triples seguidos de todo el equipo en el séptimo); Y en la burbuja de Florida, en 2020, se quedó en 17 puntos con un 27% en tiros en el séptimo partido contra los Thunder. Los Rockets avanzaron, pero cayeron en semifinales contra los Lakers (en el instrumental cuarto partido, con un 2-1 en contra, Harden se quedó en un 18% en tiros). Y en los Sixers, en uno de sus momentos más dolorosos en playoffs, vio como su equipo perdía una ventaja de 2-3 contra los odiados Celtics. Después de haber firmado dos partidos excepcionales en la serie, que apuntaba a redención, Harden no apareció en la segunda parte del sexto, en Philadelphia y con match point para su equipo, que llegó con dos puntos de ventaja a un último cuarto en el que el guard no anotó (13 puntos, 25% en tiros en total). Después, en el séptimo, se quedó en 9 puntos con un 27% y un -30 en pista.
Y con todo ese bagaje a cuestas, los Clippers. Antes de la desaparición de este año. la del pasado a partir del 2-2 contra Dallas Mavericks: 7 puntos y 17% en tiros en el quinto partido, 16 y 31% en el sexto. Ahora, Lawrence Frank ha explicado, en su comparecencia de final de temporada, que los Clippers volverán en su formato James Harden/Kawhi Leonard, que intentarán ser competitivos la próxima temporada pero que mantendrán las cuentas despejadas y flexibles para lanzar su órdago (siete años después del fallido Kawhi-George) en el verano de 2026. Para entonces, Harden tendrá 36 años. Y, salvo que suceda lo que no ha habido forma de que se concrete en los últimos tres lustros, ya en una simple carrera contra el tiempo que no parece capaz de ganar, seguirá sin redención. Son, al fin y al cabo, demasiadas oportunidades perdidas.
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