Espectáculo
Ritual católico: novendiales y pontífices
Acaban de terminar los novendiales del papa, el novenario dedicado a los pésames y devociones tras su muerte; nuestros nueve días. Los que ya tenemos unos años hemos vivido en varias ocasiones el fallecimiento de un papa y la elección de su sucesor.
Un momento histórico que, como todo en la vida, se rodea de palabras.
Muchas de ellas nos resultan extrañas porque pertenecen casi exclusivamente al ámbito de la liturgia católica, pero en estos días saltan a las páginas de los periódicos y a las pantallas de nuestros celulares con su regusto histórico y un cierto aire de misterio.
Cuando hablamos de enriquecer nuestro vocabulario hablamos de esto; de dejarnos seducir por las palabras, de verlas desenvolverse en su ambiente, de hacerlas nuestras y de ampliar los horizontes de nuestro mundo personal para que puedan vivir en él.
Se trata de hacer nuestro mundo un poco más ancho y un poco menos ajeno, con permiso de Ciro Alegría.
Acompáñenme en un paseo pausado e imaginario por las palabras que nos están contando este momento histórico.
En el punto de partida está el papa. Su denominación se origina en el latín tardío, que, a su vez, la había tomado del griego pápas, que significaba ‘sacerdote’ u ‘obispo’. La definición que nos ofrece el Diccionario de la lengua española nos habla del ‘sumo pontífice’.
Más palabras hermosas. Pontífice también procede del latín pontifex, que para los romanos era un alto cargo religioso y que, en el latín tardío, pasó a designar a los obispos. Y el adjetivo sumo, que nada tiene que ver con el arte marcial japonés, se refiere a su condición de superioridad en el rango.
Y del pontífice, el pontificado, el tiempo en que un papa ostenta la dignidad de pontífice. Y también el pontificar, que no siempre está reservado a los papas.
Fallecido el papa, oímos hablar insistentemente de los cardenales, un sustantivo que en español designa a ‘cada uno de los prelados que componen el colegio consultivo del papa y forman el cónclave para su elección’, y que procede del adjetivo latino cardenalis, que significa ‘fundamental’.
El color rojo que caracteriza sus vestiduras hace que su nombre designe también al cardenal, un pajarito con un penacho rojo que seguro han visto en el escudo de los Cardenales de San Luis.
Precisamente este color rojo intenso, que puede acercarse al morado, el que está en el origen de la palabra purpurado, otra denominación para los cardenales. Ya en latín el término purpuratus, que significaba ‘vestido de púrpura’, designaba a los altos dignatarios.
Entren a brechar
Vestir de púrpura estaba reservado a muy pocos, especialmente a las más elevadas dignidades del poder, precisamente porque la púrpura era un tinte natural muy caro que se preparaba con la tinta de varias especies de moluscos que tenían este mismo nombre.
Entre los cardenales destaca en estas fechas el camarlengo, una palabra que nos llega desde el catalán y a esta lengua desde el franco kamarling, que significaba ‘camarero’.
Y es que el camarlengo está encargado de la cámara del papa y del gobierno temporal del Vaticano y de la Iglesia en sede vacante.
El cónclave, que en latín medieval significaba ‘habitación cerrada con llave’, está destinado a llenar esa sede vacante, plagada de simbología; para nosotros, cargada de palabras hermosas.