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¿Qué tan peligrosa es una lipoproteína (a) elevada?

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La lipoproteína(a), también conocida como Lp(a), es una partícula similar a la LDL, pero con una proteína adicional unida a su superficie: la apolipoproteína(a). Esta molécula confiere a la Lp(a) características particularmente aterogénicas y protrombóticas, convirtiéndola en un factor de riesgo cardiovascular independiente.

A diferencia de otras lipoproteínas plasmáticas, los niveles de Lp(a) están fuertemente determinados por la genética y varían ampliamente entre individuos y etnias. Su concentración plasmática se mantiene relativamente estable durante la vida y no se modifica de forma significativa con dieta o ejercicio, lo que representa un desafío clínico en su manejo.

Riesgo cardiovascular y evidencia científica

Numerosos estudios poblacionales, incluyendo datos del Framingham Heart Study, el Copenhagen City Heart Study y más recientemente el UK Biobank, han demostrado que niveles elevados de Lp(a) se asocian con un mayor riesgo de enfermedad coronaria, estenosis aórtica calcificada, y eventos cardiovasculares mayores (MACE), incluso en individuos con LDL-C dentro de rango óptimo.

La European Atherosclerosis Society recomienda considerar una Lp(a) > 50 mg/dL (o >125 nmol/L, según la unidad usada) como nivel de alto riesgo, especialmente en pacientes con historia familiar de enfermedad cardiovascular prematura o eventos a pesar de un control lipídico adecuado.

¿Cuándo medirla?

Las guías más recientes, como las del American College of Cardiology (2022), sugieren medir Lp(a) al menos una vez en la vida en adultos, especialmente si existe historia familiar de infarto precoz, accidente cerebrovascular, hipercolesterolemia familiar, o en pacientes con enfermedad cardiovascular prematura y LDL aparentemente normal.

También puede ser útil para estratificar el riesgo en personas con niveles intermedios de riesgo cardiovascular y ayudar a decidir la intensidad de las intervenciones.

¿Cómo se trata?

Actualmente, no existen tratamientos aprobados específicamente para reducir Lp(a) que estén disponibles de forma rutinaria. Las estatinas, si bien eficaces en la reducción del colesterol LDL, no disminuyen la Lp(a) e incluso pueden elevarla ligeramente.

Aunque no existen intervenciones nutricionales que reduzcan directamente la Lp(a), la alimentación sí juega un rol clave en el control del riesgo cardiovascular residual. Dietas ricas en ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, reducción de grasas trans, inclusión de alimentos funcionales como nueces, omega-3 marinos, fitoesteroles y fibras solubles (como avena y legumbres), han demostrado mejorar el perfil lipídico general y disminuir la inflamación sistémica.

Además, el abordaje nutricional personalizado puede contribuir significativamente al control de otros factores que agravan el riesgo en pacientes con Lp(a) elevada, como el colesterol LDL elevado, la resistencia a la insulina y el estrés oxidativo. Por tanto, aunque la Lp(a) no responda directamente a la dieta, la intervención nutricional estratégica sigue siendo una herramienta poderosa y necesaria en el manejo integral del paciente.

 

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