Ciencia & Tecnología
El enigma de la consciencia: la batalla científica que divide a los neurocientíficos

La batalla por explicar qué nos hace conscientes ha salido del laboratorio. Mientras 256 cerebros fueron escaneados minuciosamente durante siete años, las dos teorías rivales sobre la consciencia terminaron en tablas.
La batalla por explicar qué nos hace conscientes ha salido del laboratorio. Mientras 256 cerebros fueron escaneados minuciosamente durante siete años, las dos teorías rivales sobre la consciencia terminaron en tablas.
En el ámbito científico, pocas preguntas generan tanto debate como el origen de la consciencia humana. Ahora, un ambicioso experimento, que ha tardado siete años en realizarse, ha puesto a prueba las dos teorías neurocientíficas más prominentes sobre este enigma, desatando una controversia que va más allá de lo puramente científico.
El debate científico sobre la consciencia: IIT vs GNWT
El estudio, que involucró a 256 participantes y 12 laboratorios colaboradores, conocido como el Consorcio Cogitate, sometió a los participantes a diversas pruebas visuales mientras monitoreaban sus cerebros utilizando tres técnicas diferentes de neuroimagen. El objetivo era claro: poner cara a cara a las dos teorías más sonadas y rivales que intentan explicar cómo surge la consciencia en nuestro cerebro: la teoría de la información integrada (IIT) y la teoría del espacio de trabajo neuronal global (GNWT).
Las dos teorías difieren tanto en sus planteamientos que casi parecen hablar de fenómenos distintos. La GNWT sugiere que una red de áreas cerebrales destaca piezas importantes de información, llevándolas al primer plano de nuestra mente. Cuando esta información compite por la atención en las regiones cerebrales, y supera a otras señales, se difunde ampliamente por el cerebro, generando la experiencia consciente. Este proceso está vinculado principalmente a la corteza prefrontal, en la parte delantera del cerebro.
La TII, por su parte, parte de una definición más abstracta: propone que la consciencia emerge de la integración matemática de información dentro de un sistema. Si las distintas partes del cerebro intercambian información de forma muy conectada y unificada, actuando como un todo, aparece la experiencia consciente. Según esta teoría, la conciencia surge de la interacción entre varias partes del cerebro, especialmente en las regiones posteriores, y puede cuantificarse mediante una medida conocida como «phi»; cuanto más integrada esté la información, mayor será el valor phi y mayor la conciencia.
«Las dos teorías son criaturas muy diferentes», explica a Scientific American Christof Koch, científico cognitivo del Instituto Allen en Seattle y coautor del estudio publicado en Nature.
Resultados del estudio sobre consciencia humana
Los resultados del experimento, liderado por Lucia Melloni del Instituto Max Planck de Estética Empírica, fueron sorprendentemente inconclusos. Mientras algunos hallazgos favorecían a la IIT, como la decodificación de características visuales en regiones posteriores del cerebro y una actividad neuronal más sostenida durante la percepción consciente, otros patrones de sincronicidad se alineaban mejor con las predicciones de la GNWT.
Lo cierto es que, como reconoce el doctor Anil Seth, catedrático de neurociencia cognitiva y computacional de la Universidad de Sussex, «estaba claro que ningún experimento refutaría de forma decisiva ninguna de las dos teorías».
«Dicho todo esto, los resultados de la colaboración siguen siendo muy valiosos: se ha aprendido mucho sobre ambas teorías y sobre en qué parte del cerebro se puede descodificar la información sobre la experiencia visual», agregó.
En ese sentido, más allá del duelo técnico, los datos abren nuevas preguntas sobre dónde –y cómo– se genera la consciencia. Por ejemplo, la investigación demostró que existe una conexión funcional entre las neuronas de las primeras áreas visuales (en la parte posterior del cerebro) y las áreas frontales, lo que nos ayuda a entender cómo nuestras percepciones se vinculan a nuestros pensamientos. Además, los hallazgos restan importancia a la corteza prefrontal en la consciencia, sugiriendo que, aunque es crucial para el razonamiento y la planificación, la consciencia en sí podría estar más vinculada al procesamiento sensorial y la percepción.
Como resume elegantemente el estudio del Instituto Allen: «La inteligencia consiste en hacer, mientras que la consciencia consiste en ser».
Controversia ética: implicaciones de las teorías de consciencia
El empate técnico no ha apaciguado los ánimos. Y es que el verdadero drama se desató fuera del laboratorio. Tras la publicación preliminar del estudio en 2023, un grupo de 124 científicos firmó una carta abierta acusando a la IIT de ser «pseudociencia», argumentando que no es falsable, es decir, que no puede refutarse experimentalmente. En esa misma línea, un segundo artículo firmado por 100 investigadores reiteró sus críticas: falta de predicciones precisas e incompatibilidad con las leyes físicas.
Además, la polémica se ha visto alimentada por las implicaciones éticas de la IIT. Según sus críticos, la teoría podría sugerir que sistemas como computadoras inactivas, plantas e incluso fetos tempranos podrían poseer algún tipo de consciencia.
«En los casos de pacientes en coma, la conciencia de la IA y los abortos, nos preguntamos ‘cómo sabemos si el paciente, el feto o la IA son conscientes’. Todavía no podemos usar la actividad cerebral para responder adecuadamente a esta pregunta y sería peligroso, en esta etapa, basar nuestras respuestas en cualquier teoría que no esté empíricamente validada», advierte Chris Frith, de la Universidad de Londres, firmante de ambas críticas.
Por su parte, los defensores de la IIT, como Christof Koch del Instituto Allen para la Ciencia del Cerebro, atribuyen la reacción negativa a los celos profesionales. «La IIT fue percibida como más sexy que otras teorías, recibiendo más atención y dinero», aseguró Koch a New Scientist. «Cualquier inferencia o implicación de una teoría debería ser irrelevante para la cuestión de si es correcta o no».
Seth, por su parte, aporta una perspectiva histórica al debate, recordando cómo otras teorías revolucionarias, desde el heliocentrismo hasta la evolución darwiniana, fueron inicialmente rechazadas por sus implicaciones. «El consecuencialismo no es una razón válida para rechazar una teoría como no científica», afirmó al medio científico.
Aplicaciones prácticas: avances en diagnóstico neurológico
La investigación, sin embargo, ha tenido impactos positivos más allá del debate teórico. Los hallazgos podrían tener aplicaciones prácticas importantes, como mejorar la detección de «consciencia encubierta» en pacientes con lesiones graves que no responden -un fenómeno que, según estudios recientes publicados en el New England Journal of Medicine, ocurre en una cuarta parte de los casos, según recoge un comunicado del Instituto Allen.
Melloni, la investigadora principal, resta importancia a la controversia y, en entrevista con New Scientist, aboga por un enfoque más pragmático: «Es solo una telenovela. Lo que necesitamos son más datos, no más cartas». Su equipo planea hacer públicos sus datos para que otros investigadores puedan probar todas las teorías potenciales sobre la consciencia. «La ciencia no se trata de tener razón, se trata de hacer las cosas bien».
Editado por Felipe Espinosa Wang con información del Instituto Allen, Nature, New Scientist y Scientific American.
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