Baloncesto
Lotería: de la conspiración a las matemáticas

Ahora, justo cuando los Mavericks se han llevado un improbable, casi milagroso número 1 del draft 2025, resulta irónico (por poner un adjetivo, valdrían otros cuantos) recordar las palabras de LeBron James, hace unas semanas, en el programa de Pat McAfee (en ESPN, uno de los socios prioritarios de la liga…). En la lotería del draft, dijo, pasan cosas raras. Cosas que no parecen cuestión del simple azar. LeBron alimentó una de las teorías de la conspiración más duraderas y extendidas del mundillo NBA. La que sugiere que la liga juega con las opciones de la lotería para repartir de la forma que mejor le viene el talento que llega a través del draft.
El número 1 de los Mavs reabre viejas teorías de la conspiración y alimenta, en un plano más realista, el debate sobre las bondades del actual sistema.
Ahora, justo cuando los Mavericks se han llevado un improbable, casi milagroso número 1 del draft 2025, resulta irónico (por poner un adjetivo, valdrían otros cuantos) recordar las palabras de LeBron James, hace unas semanas, en el programa de Pat McAfee (en ESPN, uno de los socios prioritarios de la liga…). En la lotería del draft, dijo, pasan cosas raras. Cosas que no parecen cuestión del simple azar. LeBron alimentó una de las teorías de la conspiración más duraderas y extendidas del mundillo NBA. La que sugiere que la liga juega con las opciones de la lotería para repartir de la forma que mejor le viene el talento que llega a través del draft.
Para LeBron, su propia llegada al baloncesto profesional, en 2003, fue sospechoso. En 2003, el número 1 que obviamente se iba a invertir en él acabó en Cleveland Cavaliers, el equipo de su Ohio natal. Y citó otros casos muy recordados en esta línea de pensamiento: la llegada de Derrick Rose, natural de Chicago, a los Bulls en 2008 aunque la franquicia de Illinois solo tenía un 1,7% de opciones de elegir en primer lugar; y el estreno del sistema de lotería, en 1985, con el envío del número 1 que iba a ser Patrick Ewing, una estrella universitaria masiva, a los Knicks. Al gigantesco mercado de Nueva York. “Es que en el sorteo de la lotería le dieron el número 1 a los Cavaliers. Y no creo que eso fuera… coincidencia, ¿no?. Mantengamos a LeBron el equipo de su casa, que Patrick Ewing vaya a los Knicks, Derrick Rose en Chicago con los Bulls… vale, tío, ya lo pillo”.
Para los que alientan estas conspiraciones, el draft de 2025 es una bendición. Los Mavericks partían con el 1,8% de opciones de llevarse el número 1 y acabaron haciéndose con él. Y con el derecho de elegir a Cooper Flagg, la nueva gran sensación, solo meses después del traspaso de Luka Doncic a los Lakers. Los que quieren ver más de lo que hay (y es así mientras no se demuestre realmente lo contrario) se aferran a un hilo de casualidades curiosas con las bolas de ping pong de la lotería. Los Cavs se llevaron el 1 del draft de LeBron en 2003 y en 2011, cuando el Rey se había ido a Miami Heat, el que les dio a Kyrie Irving aunque solo tenían un 2,8% de opciones. Después, repitieron en 2014 cuando LeBron regresó a Ohio. Los Hornets se llevaron el 1 que les dio a Anthony Davis en 2012, meses después de la salida de Chris Paul y con la franquicia en una situación institucional crítica. Después, repitieron en 2019, ya como Pelicans, para llegarse a Zion Williamson en 2019… y cuando Anthony Davis se había ido a los Lakers. Tenían, en ese caso, solo un 6% de opciones de saltar al número 1.
Ahora el número 1 que valdrá el derecho de elegir a Flagg (o de hacer un traspaso monstruoso por Giannis Antetokounmpo, por ejemplo) llega a unos Mavs que partían desde el puesto 11 de la lotería, y eso después de ganar un cara o cruz con los Bulls. Y que son una franquicia en pleno desarraigo y con clima guerracivilista después del traspaso de Luka Doncic. Algunos creen que ese el objetivo en caso de que la lotería estuviera amañada: controlar, calmar y equilibrar a equipos de mercados importantes, o estratégicos, en momentos críticos. Se ha dicho, para nadie lo ha demostrado, desde aquel estreno con Pat Ewing y los Knicks en los ochenta. Los que hilan todavía más fino apuntan a que los megatraspasos como el Doncic se hacen ya con el beneplácito de la NBA y ese futuro número 1 como parte oscura del intercambio. Alguno ridículo, a priori.
Un sistema siempre en el disparadero
La NBA ha ido adaptando y evolucionando su sistema de lotería, la forma de decidir el orden del draft y una fuente de polémicas por culpa del tanking, el proceso de perder muchos partidos para llegar a esa elección ponderada con las mayores opciones de elegir en primer lugar. La NBA, asunto difícil, trata de combinar el reparto equitativo del talento, el beneficioso (para la competición) acceso de los teóricos peores equipos a los mejores jugadores jóvenes con la voluntad de jugar con energía y ganar partidos de las franquicias a lo largo de una agotadora temporada en la que cada una juega 82 veces.
Al menos, que el tanking sea circunstancial (cosas de final de temporada y de equipos que se han quedado sin nada por lo que luchar) y no un asunto industrializado y planificado incluso a años vista, como hizo el polémico ejecutivo Sam Hinkie con el cacareado Proceso en Philadelphia 76ers. Una franquicia histórica que se pasó años en el pozo, tratando de aprovechar el sistema para formar un bloque aspirante a campeón que, en todo caso, nunca llegó: el Proceso, con Joel Embiid como piedra angular, no ha dado hasta ahora (y no tiene un futuro halagüeño lo que queda de él) ni para una sola final de Conferencia Este.
El actual sistema, con sus puntos oscuros y sus indudables virtudes, es la culminación (por ahora) de una evolución lenta que ha durado décadas y que comenzó con la propia competición, en 1946 y como BAA (Basketball Association of America). Entonces no había lotería. De hecho, no la hubo hasta 1985. En los primeros años, los equipos elegían por simple orden inverso a la clasificación de la temporada anterior. La gran particularidad en aquella prehistoria era el llamado territorial pick, que no era otra cosa que el derecho de las franquicias a elegir a un jugador de un área de 80 kilómetros a la redonda de su sede. Se trataba, básicamente, de que las estrellas locales no se movieran de su zona para potenciar el vínculo de las franquicias y sus comunidades.
Quienes hacían uso de ese territorial pick lo cerraban antes del draft y lo intercambiaban por su elección de primera ronda. En total se hicieron 23 territorial picks entre 1949 y 1965. Doce acabaron en el Hall of Fame y cuatro fueron Rookies del Año en su primera temporada: Tom Heinsohn (Boston Celtics), Wilt Chamberlain (Philadelphia Warriors), Jerry Lucas (Cincinnati Royals) y Oscar Robertson (Cincinnati Royals). No todos los casos fueron claros: Chamberlain jugaba en la Universidad de Kansas, pero los Warriors argumentaron para hacerse con él por esta vía que había crecido en el área de Philadelphia y jugado allí en su etapa de instituto (Overbrook High School). Oscar Robertson, el mítico Big O, fue territorial pick y también número 1 del draft ya que los Royals tenían el derecho de elegir primeros en todo caso.
De la moneda al aire a la primera lotería
El primer gran cambio llegó en 1966 con la introducción de una moneda al aire que dilucidaba quién elegía con el número 1 y quién con el 2 entre el peor equipo de cada División. A partir del número 3 se mantenía el orden inverso al número de victorias. Aunque muy rudimentario (y con defectos obvios: el segundo peor equipo podía estar en la División del peor y no tenía opción de hacerse con el número 1), esta fórmula se mantuvo hasta 1984 y tuvo un papel decisivo en que la NBA fuera tomando la forma en la que la conocimos, metida de llena en su edad de oro: en 1979, el ejemplo más recordado, Magic Johnson fue a los Lakers y no a los Bulls porque los angelinos ganaron el cara o cruz (los Bulls eligieron a David Greenwood). Todo tiene su parte buena: con Magic los Bulls no habrían sido uno de los peores equipos de la NBA (27-55) antes del draft de 1984 y no hubieran tenido opción de draftear a Michael Jordan.
La moneda ayudó esa vez a los Bulls: los Rockets eligieron primero y se hicieron con Hakeem Olajuwon. Los Blazers, en uno de los grandes errores de la historia, se quedaron con Sam Bowie. Los de Oregon querían un pívot, así que de haber tenido el 1 habrían elegido a Hakeem. En ese caso, los Rockets habrían escogido a Jordan con el 2. No afrontaron el draft pensando en puestos sino en talento: de escaparse Hakeem, elección obvia que era además un ídolo en la Universidad de Houston, no habrían elegido precisamente a Bowie con el un 2 que habían obtenido, en una operación anterior, de Indiana Pacers. Que acabó siendo el peor equipo del Este en la temporada 1983-84.
Por entonces, 1984, ya se hablaba de tanking y de los esfuerzos de los Rockets por caer hasta ponerse en el camino de su deseado Olajuwon. Así que en 1985 apareció el primer boceto de lotería, con sobres que llevaban los nombres de los equipos que no se habían clasificado para los playoffs: todos tenían las mismas opciones de llevarse el 1 y los picks de lotería se decidían abriendo los sobres. El resto de la primera ronda, por orden inverso de derrotas.
Pero la NBA no borró así la sombra de la polémica, como ha recordado ahora LeBron James: los Knicks, que tenían el tercer peor balance de victorias, se llevaron el 1 y pudieron draftear a Patrick Ewing. Muchos vieron en esta fórmula un sistema para enviar al monumental pívot de Georgetown a la necesitada franquicia neoyorquina. Así que en 1987, dos años después, se matizó el sistema y pasaron a decidirse por sorteo solo los tres primeros picks. Después de esos sobres, el resto de toda la primera ronda se hacía por orden inverso al número de victorias. Los Spurs (cuarto peor balance) se llevaron a David Robinson con el 1 y en un sistema que ya garantizaba que el peor equipo no eligiera más allá del número 4 (si quedaba fuera de los tres primeros, designados por sorteo).
El gran salto a lo que después hemos conocido como la lotería del draft llegó en 1990, con el sistema de bolas y los porcentajes ponderados en función del número de derrotas. De 66 opciones totales, el peor de la temporada anterior tenía 11 de llevarse el número 1. El segundo peor, 10. Y así sucesivamente. Una vez más, se decidían los tres primeros picks y el resto por orden inverso a la última clasificación. En 1993, Orlando Magic hizo saltar la banca al llevarse el número 1 (Chris Webber, intercambiado después por Penny Hardaway) con las menores opciones de cualquier franquicia: solo 1 de 66, un 1,52% después de terminar la temporada en 41-41. Premio gordo para una franquicia que un año antes, en 1992, se había llevado también con el 1 (esta vez desde el segundo peor récord) a Shaquille O’Neal. La NBA reaccionó solo meses después: más opciones para los peores equipos, menos para los mejores de entre los que entraban en la lotería. El peor pasaba de un 16,7% a un 25, el mejor de un 1,5 a un 0,5%. A partir de 2005 ya había 30 franquicias y por lo tanto 14 fuera de playoffs, y llegaron las siguientes reformas hasta la actual, que entró en vigor en 2019 para buscar que no hubiera competencia por un puñadito de derrotas entre los peores equipos.
Ahora en la lotería, que se suele celebrar en mayo, en paralelo a las primeras rondas de playoffs, participan los equipos que no llegan a las eliminatorias por el título. Los diez que no están ni en el play in y los cuatro que caen en esa repesca. En total, catorce equipos. Las bolas de ping-pong deciden a partir de ahí quién podrá elegir cuándo. Hasta 2019, fecha de la última reforma, ese sorteo decidía los tres primeros picks y los demás (desde el cuarto hasta el decimocuarto) se ordenaban de forma inversa a sus victorias: los que menos habían sumado, más arriba. Desde 2019, la lotería decide los cuatro primeros picks y el resto, también, se coloca a partir de ahí de forma inversa a su posición en la clasificación final de la regular season.
Con esta reforma, los tres peores equipos tienen un 14% de opciones de llevarse al número 1, las mismas, y el cuarto peor un 12,5%. De ahí, descendente: 10,5 el quinto, 9 el sexto… hasta el 0,5% del decimocuarto. El peor equipo de la temporada no puede elegir más abajo del pick 5, el segundo del seis, el tercero del siete… y tienen las mismas opciones de elegir en el top 4. A partir del 5, ya son mayores para los que ganaron más partidos. El decimocuarto tiene opciones mínimas de entrar ese top 4 (menos de un 3%) y se va en cualquier otra combinación al pick 14.
El citado caso de los Magic en 1993 es el más radicalmente contrario a la probabilística, con los de Florida eligiendo el número 1 a pesar de haber partido con solo un 1,5% de opciones. En segundo lugar, las ediciones de 2008 y 2014, cuando Bulls y Cavaliers eligieron con el 1 a Derrick Rose y Andrew Wiggins a pesar de partir con un 1,7%. El último caso muy sonado antes de este de 2025 fue, en 2019, el también citado ya de Zion Williamson, el ultra mediático estrellón de Duke que acabó en unos Pelicans que solo tenían un 6% de opciones de hacerse con él. Fue, además, el primero con el nuevo sistema más aplanado y tres de los cuatro primeros en elegir saltaron seis puestos o más sobre sus posibilidades iniciales. Los tres peores equipos habían sido New York Knicks, Cleveland Cavaliers y Phoenix Suns, que eligieron en los puestos tres, cinco y seis.
Es curioso también, por ejemplo, el caso de las franquicias canadienses, Toronto Raptors y los Grizzlies en sus años en Vancouver, que estuvieron tres años (1996-98) sin poder acceder al número 1 por los acuerdos firmados con la NBA tras sus entradas vía expansión. Llegaban al sorteo con sus opciones de hacerse con el pick 1 capadas.
Pero, ¿y las insinuaciones de LeBron James? En 1985, en el estreno de esa versión tosca de la lotería, los Knicks se llevaron el sospechoso número 1 para elegir a Patrick Ewing desde la tercera peor posición de la regular season (24-58), dos victorias más que Pacers y Warriors (22-60). En 2008, el citado caso excepcional de Derrick Rose, que acabó en unos Bulls de su ciudad natal que tenían tan solo un 1,7% de opciones de hacerse con él. Habían terminado la temporada anterior con un récord de 33 victorias y 49 derrotas, mejor que el de siete equipos. Después eligieron los Heat (15-67) y los Timberwolves (22-60).
Entre ambos casos estuvo, en 2003, el de LeBron. El que menos suspicacias despertó. Los Cavs solo habían ganado 17 partidos (17-65), como Denver Nuggets en el Oeste, y tenían el tope de posibilidades (22,5%) de elegir al número 1. El 2 fue para Memphis Grizzlies (28-54), que lo traspasó a Detroit Pistons, y el 3 para los citados Nuggets, que se llevaron a Carmelo Anthony después de que los Pistons, ya se sabe, prefirieran a Darko Milicic. ESPN habló, el día de aquella lotería para el recuerdo (22 de mayo de 2003), de “la mayor victoria en la historia de Cleveland Cavaliers) y su propietario entonces, Gordon Gund, dijo que no sabían a quién iban a elegir… pero sacó después una camiseta de los Cavs con el número 23 y el ahora legendario apellido James.
Se reabre el debate sobre los resultados
Pero hay un asunto más importante, y desde luego más práctico, que el que salta al terreno de la conspiración: la pregunta verdaderamente relevante es si este nuevo sistema está funcionando o está teniendo un efecto básicamente contrario al esperado como se introdujo: ¿podría ser que no esté recortando el tanking entre los peores equipos y que, para colmo, haya empeorado el reparto de talento diferencial para ayudar a los que realmente están en reconstrucciones complicadas? Porque ese sigue siendo el objetivo fundamental, la gran bondad de un sistema que la NBA estructura con una lotería ponderada (en la NFL la elección es inversamente proporcional a la clasificación de la temporada) que en 2019 cambio como reacción (¿sobrerreacción?) o tragos tan difíciles de digerir como los años de tankings estructurado e industrializado de los Sixers del Proceso.
Pero la realidad es que en la última temporada hemos vuelto a tener tres equipos con menos de 20 victorias. Que, además, se han ido a las elecciones cuarta, quinta y sexta mientras los premios principales eran para los Mavs (un desastre organizativo tras el traspaso suicida de Doncic pero el vigente finalista de la NBA), los Spurs (que se llevaron en 2023 a Victor Wembanyama) y unos Sixers que partían como aspirantes a llegar a las Finales pero que se abandonaron a un tanking indisimulado cuando acumularon problemas y lesiones. Desde el cambio de sistema en 2019, los equipos siguen tankeando pero el peor de la regular season nunca se ha llevado el número 1. Y van tres años seguidos en los que el que ocupa ese lugar acaba en el pick 5. Si no hay un efecto obvio y directo en la voluntad de perder de unas cuantas franquicias, quizá eso no compense el desequilibrio que implica que los peores, los que de verdad están reconstruyendo, se queden sin las elecciones premium. Es, como mínimo, un debate legítimo.
Hay más datos significativos en estos años con el nuevo sistema: de las 28 elecciones que ya se han repartido en el top 4, quince (más de la mitad) han ido a parar a equipos que llegaban a la lotería fuera de los cuatro con más opciones, del quinto al decimocuarto. Y siete han sido para los que partían fuera del top 7 (8-14). Otro dato curioso es que los dos últimos que se han llevado el derecho al número 1, Atlanta Hawks y Dallas Mavericks, habían llegado a la lotería desde la antesala de los playoffs, la repesca del play in. Eso, a priori, va contra la lógica deportiva que, pese a los defectos y lugares oscuros del sistema, permite a los que están en peor situación deportiva mejorar, ganar un punto de apoyo a partir del que construir: tres equipos (Jazz, Wizards, Hornets) que han ganado 54 partidos entre los tres esta temporada se han quedado fuera del top 3 que ocupan los Mavs (Anthony Davis, Kyrie Irving, Klay Thompson…), los Spurs (Victor Wembanyama, De’Aaron Fox, Stephon Castle…) y los Sixers (Joel Embiid, Paul George, Tyrese Maxey…). Como mínimo, invita a la reflexión.
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