Bienestar
Las verdades que nadie te ha contado sobre la ansiedad

En conversaciones entre amigos aparece la palabra ansiedad con una soltura como nunca antes. «No me apetece salir porque tengo ansiedad», «cuando se me pase la ansiedad que tengo en este momento, te llamo»… También se presenta en conversaciones profesionales, cuando entre conocidos confiesan que algún tema en concreto se la ha producido: «No puedo más con este proyecto, me genera ansiedad», «cada vez que mi jefe se dirige a mí, me da ansiedad»…No solo ahora la ansiedad se manifiesta de muchas más formas sino que también estamos más dispuestos a confesar que la padecemos. Que ese nudo en el estómago son nervios pero también ansiedad , que esa respiración acelerada también lo es así como las manos sudorosas o la hinchazón, y el hecho de que se hable más de ella tranquiliza más a quienes la padecen porque se sienten más comprendidos y no «unos bichos raros».Especialmente desde la pandemia por Covid-19, la ansiedad se ha convertido en una de las palabras más repetidas también en consultas médicas y redes sociales . Nos cuesta concentrarnos, dormimos mal, sentimos una inquietud constante y vivimos con esa sensación de estar al borde del desbordamiento , incluso cuando todo parece estar bien.Noticias relacionadas estandar Si Emoción no tan destructiva «La envidia no habla de lo que se desea, sino de lo que uno siente que le falta» Raquel Alcolea estandar No Qué es el orgasmo cervical y cómo se estimula la zona para lograrlo Raquel AlcoleaTal como declara la psicóloga Beatriz Gil Bóveda , Ceo de Psique Cambio, «la ansiedad ha dejado de ser una excepción para convertirse casi en la norma». Nos hemos acostumbrado a convivir con el nudo en el estómago, el insomnio, la mente que no se apaga y esa sensación constante de que estamos llegando tarde… incluso a nuestra propia vida. Lo que no sabes sobre ansiedadLa mayoría de las personas que sufren ansiedad no entienden del todo qué está ocurriendo en su cuerpo y en su mente. Eso les hace sentirse aún más solas, más culpables y más perdidas. No puedes sanar lo que no entiendes y Beatriz Gil Bóveda comparte cinco verdades (y poco conocidas) sobre la ansiedad que nadie ha explicado, desde la neurociencia, desde cómo funciona tu cerebro y cómo puedes empezar a recuperar el equilibrio, paso a paso. Porque entender lo que te pasa es el primer paso para transformarlo. 1. La ansiedad no es tu enemiga, es tu sistema de alarma activado intentando protegerte. « Te despiertas con el corazón acelerado sin saber por qué. Todo está bien, pero sientes que algo va mal. A menudo creemos que la ansiedad es un fallo, algo que hay que eliminar cuanto antes, pero lo cierto es que la ansiedad es un mecanismo de defensa que tu cerebro activa cuando interpreta que estás en peligro», cuenta la experta en psicología. ¿El problema? Hoy ya no corremos delante de leones, pero nuestro cerebro reacciona igual ante un email sin contestar, una discusión pendiente o comentario crítico. «La amígdala, una pequeña estructura del cerebro, se enciende como si saltara una alarma de incendio. Lo que ocurre es que, en la vida moderna, esas alarmas se disparan no por un peligro físico, sino por una notificación pendiente, una reunión complicada o una conversación difícil», recuerda. Por ejemplo, puedes estar en casa, aparentemente tranquilo, pero con el corazón acelerado y la mente anticipando mil escenarios. «No es falta de fuerza de voluntad: es un sistema nervioso sobreestimulado que interpreta cualquier estímulo como peligroso», recalca Beatriz Gil Bóveda. 2. No estás roto, estás sobreestimulado . Otra gran verdad silenciada que la psicóloga ve en consulta es la creencia de que «hay algo mal» dentro de uno mismo por sentir ansiedad. Pero la verdad, tal como dice, es que «tu cuerpo está haciendo lo mejor que puede para protegerte. Solo que lo está haciendo en modo supervivencia, y por eso te sientes así». La ansiedad no significa que estás fallando, significa que tu sistema está sobrecargado. «Cuando vivimos bajo estrés constante, el cuerpo libera cortisol y adrenalina. El foco mental se estrecha, los músculos se tensan, y el pensamiento se vuelve más pesimista y empieza a anticipar lo peor. No es debilidad es pura biología. Pero si ese estado se mantiene, puede cronificarse», comenta. 3. Pensar en positivo no basta: necesitas enseñarle a tu cerebro una nueva manera de vivir . Frases como ‘todo va a ir bien», «no pasa nada» o «tienes que relajarte» no solo no ayudan sino que pueden aumentar la frustración y la ansiedad. Porque cuando tienes ansiedad, tu cerebro no está en modo lógico, sino reactivo. Desde la neurociencia sabemos que la corteza prefrontal (el área racional) se desconecta cuando la amígdala está en alerta. Por eso, en un ataque de ansiedad, no puedes razonar. No puedes “pensar bien” si primero no calmas tu cuerpo. Desde la neurociencia sabemos que la regulación emocional empieza en el sistema nervioso, no en el pensamiento. Necesitas seguridad, no consejos. ¿Qué funciona entonces? Herramientas que hablen el lenguaje del cuerpo: respiración consciente, grounding, visualización, autocompasión, ejercicio físico, hablar con personas de confianza, contacto con la naturaleza. Y, sobre todo, prácticas que se repitan y que le enseñen al cerebro que ya no hay peligro, generando nuevas conexiones cerebrales. 4. La salida no está en controlar más, sino aprender a regularte . Vivimos en una cultura que valora el control, la productividad y la autosuficiencia. Pero la ansiedad no se calma intentando controlar cada detalle. Se calma cuando aprendemos a reconocer cómo estamos, qué necesitamos y cómo volver a un estado de equilibrio. No necesitas controlar más. Necesitas aprender a regular tus emociones, tu cuerpo y tu energía. Eso es salud mental en el siglo XXI. La neuroplasticidad nos demuestra que con nuevas experiencias, hábitos conscientes y herramientas adecuadas, puedes enseñarle a tu mente y a tu cuerpo a vivir desde la calma, no desde la alerta. «Las personas que aprenden a parar cinco minutos antes de reaccionar, que escuchan a su cuerpo antes de exigirse más, o que practican pequeños hábitos de autocuidado diario, empiezan a notar una diferencia real. No porque dejen de tener ansiedad, sino porque ya no viven dominadas por ella», concluye.
En conversaciones entre amigos aparece la palabra ansiedad con una soltura como nunca antes. «No me apetece salir porque tengo ansiedad», «cuando se me pase la ansiedad que tengo en este momento, te llamo»… También se presenta en conversaciones profesionales, cuando entre conocidos confiesan que algún tema en concreto se la ha producido: «No puedo más con este proyecto, me genera ansiedad», «cada vez que mi jefe se dirige a mí, me da ansiedad»…No solo ahora la ansiedad se manifiesta de muchas más formas sino que también estamos más dispuestos a confesar que la padecemos. Que ese nudo en el estómago son nervios pero también ansiedad , que esa respiración acelerada también lo es así como las manos sudorosas o la hinchazón, y el hecho de que se hable más de ella tranquiliza más a quienes la padecen porque se sienten más comprendidos y no «unos bichos raros».Especialmente desde la pandemia por Covid-19, la ansiedad se ha convertido en una de las palabras más repetidas también en consultas médicas y redes sociales . Nos cuesta concentrarnos, dormimos mal, sentimos una inquietud constante y vivimos con esa sensación de estar al borde del desbordamiento , incluso cuando todo parece estar bien.Noticias relacionadas estandar Si Emoción no tan destructiva «La envidia no habla de lo que se desea, sino de lo que uno siente que le falta» Raquel Alcolea estandar No Qué es el orgasmo cervical y cómo se estimula la zona para lograrlo Raquel AlcoleaTal como declara la psicóloga Beatriz Gil Bóveda , Ceo de Psique Cambio, «la ansiedad ha dejado de ser una excepción para convertirse casi en la norma». Nos hemos acostumbrado a convivir con el nudo en el estómago, el insomnio, la mente que no se apaga y esa sensación constante de que estamos llegando tarde… incluso a nuestra propia vida. Lo que no sabes sobre ansiedadLa mayoría de las personas que sufren ansiedad no entienden del todo qué está ocurriendo en su cuerpo y en su mente. Eso les hace sentirse aún más solas, más culpables y más perdidas. No puedes sanar lo que no entiendes y Beatriz Gil Bóveda comparte cinco verdades (y poco conocidas) sobre la ansiedad que nadie ha explicado, desde la neurociencia, desde cómo funciona tu cerebro y cómo puedes empezar a recuperar el equilibrio, paso a paso. Porque entender lo que te pasa es el primer paso para transformarlo. 1. La ansiedad no es tu enemiga, es tu sistema de alarma activado intentando protegerte. « Te despiertas con el corazón acelerado sin saber por qué. Todo está bien, pero sientes que algo va mal. A menudo creemos que la ansiedad es un fallo, algo que hay que eliminar cuanto antes, pero lo cierto es que la ansiedad es un mecanismo de defensa que tu cerebro activa cuando interpreta que estás en peligro», cuenta la experta en psicología. ¿El problema? Hoy ya no corremos delante de leones, pero nuestro cerebro reacciona igual ante un email sin contestar, una discusión pendiente o comentario crítico. «La amígdala, una pequeña estructura del cerebro, se enciende como si saltara una alarma de incendio. Lo que ocurre es que, en la vida moderna, esas alarmas se disparan no por un peligro físico, sino por una notificación pendiente, una reunión complicada o una conversación difícil», recuerda. Por ejemplo, puedes estar en casa, aparentemente tranquilo, pero con el corazón acelerado y la mente anticipando mil escenarios. «No es falta de fuerza de voluntad: es un sistema nervioso sobreestimulado que interpreta cualquier estímulo como peligroso», recalca Beatriz Gil Bóveda. 2. No estás roto, estás sobreestimulado . Otra gran verdad silenciada que la psicóloga ve en consulta es la creencia de que «hay algo mal» dentro de uno mismo por sentir ansiedad. Pero la verdad, tal como dice, es que «tu cuerpo está haciendo lo mejor que puede para protegerte. Solo que lo está haciendo en modo supervivencia, y por eso te sientes así». La ansiedad no significa que estás fallando, significa que tu sistema está sobrecargado. «Cuando vivimos bajo estrés constante, el cuerpo libera cortisol y adrenalina. El foco mental se estrecha, los músculos se tensan, y el pensamiento se vuelve más pesimista y empieza a anticipar lo peor. No es debilidad es pura biología. Pero si ese estado se mantiene, puede cronificarse», comenta. 3. Pensar en positivo no basta: necesitas enseñarle a tu cerebro una nueva manera de vivir . Frases como ‘todo va a ir bien», «no pasa nada» o «tienes que relajarte» no solo no ayudan sino que pueden aumentar la frustración y la ansiedad. Porque cuando tienes ansiedad, tu cerebro no está en modo lógico, sino reactivo. Desde la neurociencia sabemos que la corteza prefrontal (el área racional) se desconecta cuando la amígdala está en alerta. Por eso, en un ataque de ansiedad, no puedes razonar. No puedes “pensar bien” si primero no calmas tu cuerpo. Desde la neurociencia sabemos que la regulación emocional empieza en el sistema nervioso, no en el pensamiento. Necesitas seguridad, no consejos. ¿Qué funciona entonces? Herramientas que hablen el lenguaje del cuerpo: respiración consciente, grounding, visualización, autocompasión, ejercicio físico, hablar con personas de confianza, contacto con la naturaleza. Y, sobre todo, prácticas que se repitan y que le enseñen al cerebro que ya no hay peligro, generando nuevas conexiones cerebrales. 4. La salida no está en controlar más, sino aprender a regularte . Vivimos en una cultura que valora el control, la productividad y la autosuficiencia. Pero la ansiedad no se calma intentando controlar cada detalle. Se calma cuando aprendemos a reconocer cómo estamos, qué necesitamos y cómo volver a un estado de equilibrio. No necesitas controlar más. Necesitas aprender a regular tus emociones, tu cuerpo y tu energía. Eso es salud mental en el siglo XXI. La neuroplasticidad nos demuestra que con nuevas experiencias, hábitos conscientes y herramientas adecuadas, puedes enseñarle a tu mente y a tu cuerpo a vivir desde la calma, no desde la alerta. «Las personas que aprenden a parar cinco minutos antes de reaccionar, que escuchan a su cuerpo antes de exigirse más, o que practican pequeños hábitos de autocuidado diario, empiezan a notar una diferencia real. No porque dejen de tener ansiedad, sino porque ya no viven dominadas por ella», concluye.