Baloncesto
El rey de las trincheras: Mourning y el primer gran ídolo de los Heat

Los 90 fueron una época de luces y sombras para la NBA. Aupada por la narrativa originada en torno a Michael Jordan, la mejor Liga del mundo abandonó el juego espectacular de los Lakers del Showtime, que le permitió presumir del juego más cautivador del planeta y su increíble rivalidad con los Celtics, con Magic Johnson y Larry Bird copando todas las portadas. Pero Pat Riley comprendió, como superdotado que siempre ha sido, que jamás un estilo dependió tanto de un solo jugador y que la nueva década era heredera de los Bad Boys de Detroit y no del espectacular juego que se desarrolló en el viejo Forum. Fueron años de garra, rebote, defensa. Anotaciones bajas y un tedio paliado por infinitas rivalidades, las que tuvo Jordan con todas y cada una de sus víctimas. Los bases originales y creativos escaseaban a pesar de que quedaron algunos vestigios (Gary Payton, John Stockton, Kevin Johnson…) y los hombres altos se hicieron dueños de las zonas, transformando el epicentro del juego, trasladándolo hacia su persona. Así, nació una de las camadas de pívots más extensas que se recuerdan. Por mucho que ninguno llegara al nivel de las leyendas de antaño: George Mikan, Bill Russell, Wilt Chamberlain, Kareem Abdul-Jabbar o Moses Malone. Entre (muchos: Bill Walton, Bob McAdoo, Dave Cowens…) otros.
Alonzo Mourning reinó bajo los aros, mostró una capacidad física increíble y fue campeón en 2006 con unos Heat en los que se convirtió en referente.
Los 90 fueron una época de luces y sombras para la NBA. Aupada por la narrativa originada en torno a Michael Jordan, la mejor Liga del mundo abandonó el juego espectacular de los Lakers del Showtime, que le permitió presumir del juego más cautivador del planeta y su increíble rivalidad con los Celtics,con Magic Johnson y Larry Bird copando todas las portadas. Pero Pat Riley comprendió, como superdotado que siempre ha sido, que jamás un estilo dependió tanto de un solo jugador y que la nueva década era heredera de los Bad Boys de Detroit y no del espectacular juego que se desarrolló en el viejo Forum. Fueron años de garra, rebote, defensa. Anotaciones bajas y un tedio paliado por infinitas rivalidades, las que tuvo Jordan con todas y cada una de sus víctimas. Los bases originales y creativos escaseaban a pesar de que quedaron algunos vestigios (Gary Payton, John Stockton, Kevin Johnson…) y los hombres altos se hicieron dueños de las zonas, transformando el epicentro del juego, trasladándolo hacia su persona. Así, nació una de las camadas de pívots más extensas que se recuerdan. Por mucho que ninguno llegara al nivel de las leyendas de antaño: George Mikan, Bill Russell, Wilt Chamberlain, Kareem Abdul-Jabbar o Moses Malone. Entre (muchos: Bill Walton, Bob McAdoo, Dave Cowens…) otros.
Durante esos años de presión defensiva y lentitud en el juego, emergieron muchos nombres: Patrick Ewing, Hakeem Olajuwon, Shaquille O’Neal, David Robinson o Dikembe Mutombo fueron sólo algunos de ellos, acompañados de otros que jugaban de ala-pívots, pero que marcaron tendencia, como Karl Malone, Dennis Rodman o Vin Baker. Todos tuvieron su momento en una época llena de fuerza, en la que aquel que tenía más fundamentos se imponía al resto. Y en esa era la NBA vio nacer a Alonzo Mourning, un center de apenas 2,08 (poca estatura en su posición), que consiguió hacerse un nombre, convertir la perseverancia en éxito, la pericia en resultados. Y que se tuvo que pelear con todos sus coetáneos, subiendo y bajando, convirtiendo en suya una zona que siempre tuvo muchos candidatos y nunca un dueño. Una década que intercambiaba la bonanza de los 80 con el alimento constante a una forma de entender el baloncesto distinta, previa a un siglo XXI en el que todo cambió. Pero que Jordan salvó, en mayor o menos medida, gracias a sus seis anillos en ocho años y a la consecución de la razón, esa que le estableció entonces como el mejor jugador del mundo y de, para muchos, la historia.
Alonzo Mourning nació en Chesapeake, una ciudad independiente ubicada al sur del estado de Virginia, un ya lejano 8 de febrero de 1970. Antes de dar el salto a la NBA, completó el ciclo universitario en Georgetown, donde estuvo cuatro temporadas en las que promedió 16,7 puntos, 8,6 rebotes y 3,6 tapones por partido. En su segundo año lideró la lista de taponadores, un argumento eterno que le convirtió en un defensor acérrimo en una época llena de grandes expertos en ese lado de la pista, especialmente en su posición. Y en su cuarta y última temporada fue elegido All American, consolidándose como uno de los mejores jugadores de la NCAA. Y, por fin, llegó su momento: el del gran salto, en la segunda posición del draft por detrás de… Shaquille O’Neal. Un compañero de generación y de promoción al que el destino le tenía preparada una casualidad especial, ya en el ocaso de la carrera de ambos, casi 15 años después de que aterrizaran al unísono en una competición que no espera a nadie. Algo que Shaq descubrió muy pronto y a lo que Mourning se tuvo que resignar casi de forma perpetua. Aunque en ese casi, claro, llegó el milagro.
De Hornets a referente en los Heat
Mourning promedió 21,4 puntos, 10,3 rebotes y 3,5 tapones en su primera temporada, pero no pudo reeditar el Rookie del Año que su compañero Larry Johnson había logrado el año anterior, precisamente por la presencia de un O’Neal que lo acaparaba todo y se fue a 23,4+13,9+3,5. En Charlotte, una franquicia que había nacido con la expansión de la NBA en 1989, Mourning pasó sus primera temporadas y pisó por primera vez playoffs formando una pareja interior brutal con Johnson. Fue en 1995, ante los Bulls del renacido Jordan, con los que perdieron 3-1 (hasta 2003, la primera ronda se disputaba al mejor de cinco partidos), promediando el joven pívot 22 tantos, 13,3 rechaces y 3,3 tapones en la serie. En su estreno en la fase final logró un 32+13+3+2+7, mientras que en el segundo asalto se fue a 23, con 20 rebotes. Un inicio esperanzador que, sin embargo, no se tradujo en una relación ideal.
El contrato que los Hornets extendieron a Johnson por 84 millones de dólares en 12 temporadas (entonces, el más lucrativo de la historia de la competición) y la lucha de egos en el juego interior y en el liderazgo del equipo, provocaron que Mourning fuera traspasado a los Heat… del recientemente aterrizado Pat Riley, que abandonó las florituras del Madison para hacerse con el control total de la franquicia de Florida. Fue allí donde Mourning rindió a su mejor nivel, convirtiéndose en dos temporadas consecutivas (1999 y 2000) en el Mejor Defensor de la temporada y apilando una defensa que Riley trasladó de Nueva York a Miami para poder batir, o al menos perturbar ligeramente, a los Bulls de Michael Jordan. No lo lograron: el tope del equipo fueron las finales del Este de 1997, donde Dennis Rodman torturó a un Mourning que se quedó en 15,6 tantos, 9,4 rebotes y 2,6 tapones. Jordan, que volaba hacia su quinto anillo, se fue a 30,2 tantos y 8 rechaces en la serie. Casi nada.
El declive
Mourning, como muchos antes y después de él, no estuvo exento de lesiones, que casi le sepultan con la llegada del nuevo siglo. En el año 2000, el pívot formó parte de la selección de Estados Unidos que se hizo con el oro en los Juegos Olímpicos de Sydney. Pero ahí empezó una paulatina caída a los infiernos que nunca fue total, pero sí lógica en un jugador muy dependiente de su físico y que nunca llegó a completar todos los partidos de una temporada. Todo esto se agudizó posteriormente por un problema de salud relacionado con los riñones: la grave afección sólo le permitió disputar 13 partidos en la 2000-01; y cuando parecía recuperarse en el curso siguiente, se quedó en blanco en la 2002-03, con un trasplante incluido posteriormente, cuando salió de los Heat camino a los Nets tras siete temporadas en Florida, donde se había convertido en todo un referente cultural.
Este cúmulo de desgracias impidió que el nivel que Mourning mostró a finales de los 90 se alargara en el tiempo, pasando a tener un rol mucho más secundario y empezando a saltar desde el banquillo en varias ocasiones. Tras apenas 18 partidos en Nueva Jersey, la franquicia le traspasó a los Raptors, pero el pívot rehusó a ir a Canadá y pagó de su propio bolsillo para convertirse en agente libre y así volver a firmar por los Heat, a los que llegó en una forma muy distinta a la que había mostrado anteriormente, pero convirtiéndose igualmente en un jugador clave en el ecosistema del equipo, que intentaba el asalto al anillo con Stan Van Gundy de entrenador. Uno que nunca quiso alinear a Mourning con un Shaquille O’Neal con el que coincidía por primera vez, tras aterrizar en la NBA en el mismo año que su ahora compañero. Ironías del destino.
El anillo de 2006 y el legado del mito
Van Gundy fue despedido a inicios de la temporada 2005-06 tras el intervencionismo de Riley, que regresaba para una última gran aventura a los banquillos dejando por el camino al que fue su pupilo. El 4-3 ante los Pistons de las finales de Conferencia había sido una losa demasiado grande y el Padrino de la NBA se encargó entonces de gestionar una de las mayores aglomeraciones de egos jamás vista: Jason Williams, Gary Payton, Shaq, Dwayne Wade, Antoine Walker… La experiencia y la veteranía de un hombre como Mourning ayudó a manejar las palabras subidas de todo y las posibles desavenencias que pudiera haber en una plantilla que, esta vez sí, alcanzó las Finales. Y ahí fue donde emergió el pívot, esencial con 36 años y muchas lesiones a sus espaldas.
El título llevó el nombre de Wade, que promedió 34,7 puntos en la eliminatoria. Los Heat remontaron un 2-0 entre la polémica de los tiros libres del escolta (17,4 de media en los cuatro últimos asaltos, todos con victoria para Miami) y con un jugador que se consolidó entonces como estrella. Y Mourning aprovechó sus ratos en pista para sustituir a un errático O’Neal, que tuvo muchos problemas con la acumulación de faltas. Sólo superó los 15 minutos en el segundo partido (para 11 puntos), pero rentabilizó perfectamente su tiempo en pista. En la victoria en el tercero consiguió 4 tantos, 6 rebotes y 3 tapones en apenas 14. Mientras que en el sexto, a la postre el definitivo, se fue a 8, con 6 y con 5, también en 14. Un poderío físico brutal que permitió respirar a los Heat y ahogar a Dirk Nowitzki, al que se le escapó el anillo de entre los dedos (nunca mejor dicho) y que no logró su ansiada redención, eternamente postergada, hasta el título de 2011.
Ese fue el mayor triunfo de Alonzo Mourning, que disputó dos temporadas más, la primera todavía con incidencia en el juego de su equipo, antes de volverse a lesionar durante la 2007-08. El 22 de enero de 2009, tras varios meses como agente libre, anunció su retirada. Los Heat, claro, no tardaron en anunciar que su número 33 sería retirado, siendo el primer jugador de la historia de los Heat en recibir tal honor. Luego llegaría el turno de Erik Spoelstra y los tiempos de LeBron James. Pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión. La que nos ocupa habla de un pívot genial, un maestro en el arte de los tapones (el 11º que más ha puesto de siempre) y con un físico extraordinario que, a pesar de las lesiones, supo tener la paciencia necesaria para encontrar una oportunidad que para muchos siempre es esquiva. Y destacar en una época en la que hubo muchos pívots, pero siendo de los pocos que perduró lo suficiente como para poder lograr el objetivo: ganar. Algo que en la NBA, esa que no espera a nadie, no es nada fácil. Nunca lo es.
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