Recompensa merecida para Ruud

En lo más alto del tenis, se puede encontrar a estrellas con un talento innato y a otras con quizá algo menos de relumbrón, pero con una ética de trabajo encomiable. Uno de esos currantes es Casper Ruud, que tras llevar un tiempo en la zona noble del circuito obtuvo este domingo una recompensa más que merecida. El noruego, de 26 años y 15º del ranking mundial, que en el pasado perdió tres finales de Grand Slam, dos de Masters 1.000 y unas ATP Finals, se hizo con el mayor título de su carrera al vencer a Jack Draper, 23 y 6º, por 7-5, 3-6 y 6-4 en 2h29 de la final del Madrid Open. Más merecido es todavía para Ruud por el buen hacer que ha tenido habitualmente en tierra batida, su superficie predilecta: desde 2020, nadie suma más victorias (125), más finales (17) y más títulos (12) que él en el polvo de ladrillo.

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​El noruego, después de perder tres finales de Grand Slams y dos de Masters 1.000, atrapa el mayor título de su carrera en Madrid al superar a Draper.  

En lo más alto del tenis, se puede encontrar a estrellas con un talento innato y a otras con quizá algo menos de relumbrón, pero con una ética de trabajo encomiable. Uno de esos currantes es Casper Ruud, que tras llevar un tiempo en la zona noble del circuito obtuvo este domingo una recompensa más que merecida. El noruego, de 26 años y 15º del ranking mundial, que en el pasado perdió tres finales de Grand Slam, dos de Masters 1.000 y unas ATP Finals, se hizo con el mayor título de su carrera al vencer a Jack Draper, 23 y 6º, por 7-5, 3-6 y 6-4 en 2h29 de la final del Madrid Open. Más merecido es todavía para Ruud por el buen hacer que ha tenido habitualmente en tierra batida, su superficie predilecta: desde 2020, nadie suma más victorias (125), más finales (17) y más títulos (12) que él en el polvo de ladrillo.

Casper se pudo quitar, por fin, la alargada sombra de no contar con títulos de renombre en su vitrina de trofeos. Hasta este domingo, un único ATP 500 (Barcelona 2024) y 11 ATP 250 conformaban un palmarés que coge ahora mucha mejor forma con un Madrid Open sensacional, en el que el noruego ha sido una roca y ha demostrado ser un especialista en tierra batida. Por supuesto que se aprovechó de circunstancias como la ausencia de Jannik Sinner, la baja de Carlos Alcaraz o las tempraneras eliminaciones de Novak Djokovic o Alexander Zverev, pero, ante ello, el que tomó la alternativa en la plaza madrileña fue él. Lo celebró levantando los abrazos y mirando al cielo, como si se hubiese quitado un peso de encima después de haber saboreado la derrota en finales de Roland Garros (por partida doble), US Open (ganarlo le habría hecho ser número uno del mundo), Turín, Miami y Montecarlo. “Jack ha jugado un gran partido y he tenido que sacar lo mejor de mí para alzar este título. Estoy rodeado de gente increíble y quiero dar las gracias a mi pareja, que ha ejercido de nuevo de talismán”, celebró con sus primeras palabras.

No habían jugado previamente Ruud y Draper, y se notó nada más empezar. El londinense se vio sorprendido en los primeros puntos por la derecha con spin del de Oslo, aunque tardó un abrir y cerrar de ojos en ajustar para empezar a mandar con su tenis, endiablado como pocos hay actualmente en el circuito gracias a su profunda pegada. Golpeó largo y esquinado Jack, de derecha y revés, prodigioso este último, y encontró así un quiebre que llegó más por demérito de Ruud, que se lo brindó con dos dobles faltas seguidas. A pesar de ello, insistió el nórdico con su derecha pesada, y poco a poco fue agotando la gasolina que había en el tanque de Draper, un proyecto de estrella que todavía sigue con el asterisco de los problemas físicos tan recurrentes (y eso que últimamente los está librando).

El vigente campeón de Indian Wells llegó a sacar para anotarse la primera manga, pero los fallos que apenas había cometido hasta entonces aparecieron abruptamente, puede que por una falta de fuerzas después de dos exigentes semanas. Del 3-5 para el británico se pasó al 7-5 para Ruud, que hizo un truco digno de Houdini para arrebatarle a su rival el primer set. Lo celebró a lo grande la Manolo Santana, con un público mucho más volcado con él que con un Draper que encontró el apoyo en el DJ de la pista, que prácticamente solo hizo sonar temas de grupos británicos en los descansos: The Police, Blur, Queen, Robbie Williams, Two Door Cinema Club. Mientras tanto, una larga retahíla de VIPs aplaudían tras las flores y el alambrado del fondo de pista: se pudo ver a Robin Le Normad, José Luis Martínez-Almeida, Alexander Sorloth o Ronaldo Nazario, no muy preocupado este último por el desahucio deportivo e institucional del club que posee.

La experiencia es un grado

Si la primera manga se puede decir que fue Draper quien la perdió, en el segundo parcial pasó totalmente lo contrario, y ahí fue Ruud quien sirvió en bandeja de plata el set a su adversario. Cometió 14 errores no forzados el noruego por uno solo del británico, que igualó la contienda y forzó por tercer año consecutivo el tercer set en la final del Madrid Open. Por primera vez desde Shanghái 2016, dos tenistas llegaban al partido por el título de un Masters 1.000 sin haber cedido una sola manga, y la estadística inmaculada de ambos se fue al garete este domingo.

Prevaleció en el set decisivo la experiencia de Ruud, mucho más hecho a la tierra (es alumno de la Rafa Nadal Academy desde 2018) sobre un Draper que llegó a este torneo con un escaso balance de 10-12 en polvo de ladrillo. Supo lo que hacer el noruego, que consiguió un oportuno quiebre, no titubeó para cerrar el encuentro y obtuvo así una recompensa muy merecida en forma de su primer Masters 1.000. Salió del top-10 antes de Madrid y ya está de vuelta en él (será séptimo este lunes, mientras que Draper sube al quinto). El triunfo de un currante del tenis.

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